LA ESQUILA
Al oscurecer de un primero de noviembre de antaño, Rosendo el Canete, carga a su burro Valerio con un costal de centeno para irlo a moler al molino del tío Montero.
Por el camino, ya a noche cerrada por los carriles de las Arribes, tropezó el burro y se cayó el costal al suelo. Intentó volver a subir el costal al burro varias veces pero no pudo con él. En ese momento una voz suave susurró: “tira manga que no hay caña, en una noche como esta no vuelvas a salir de casa”. Y una manga apareció en la oscuridad ayudándole a subir el costal al burro. En todo esto se oían las campanas en el pueblo de Monleras, tocadas por los mozos que se pasaban toda la noche encordando, (tocando a muerto), dándole el cura un pellejo de vino para que le fuera más grata la velada.
Entonces el tío Canete se dio cuenta de que era la noche de los Santos. En ese momento supo que quien le había ayudado a subir el costal al burro fue un espíritu del purgatorio. Al enterarse de ello hizo una promesa que ha llegado hasta nuestros días: tocar una campana pequeña llamada esquila durante todos los atardeceres del mes de noviembre por las calles del pueblo. Para que los vecinos cuando la oigan recen una oración por los difuntos. Dándose el caso de un descendiente del tío Canete que una noche de ventisca no salió a tocar la esquila por el temporal, y esta se pasó toda la noche tocando sola en el desván, contestándole a los cencerros de las vacas que estaban en el comedero.
Lo que hay de verdad no lo sabemos pero esta leyenda ha llegado hasta nuestros días y la esquila se sigue tocando todos los meses de noviembre.