Sin duda recordaremos esta fiesta de Corpus como muy especial. La mascarilla como icono ya imborrable y aquello de la distancia física, que no distanciamiento, durarán seguramente en nuestra memoria. Pero el Corpus fue fiesta. De otra manera, pero fiesta. Porque no hubo verbena, pero se pudo bailar un pasodoble con el tamborilero; no hubo procesión, pero el olor del tomillo inundó, como siempre, las calles del pueblo. Y hubo misa, y hubo un concierto de los de sentarse separados, por supuesto, con mascarilla... eso sí, echamos en falta a muchos.